jueves, 7 de abril de 2011
First issues
DAY 3, 6 April 2011 Today I’ve started planning the lessons I’ve got to teach next week and I wonder whether I should plan them as if I were a full-time teacher or not. My point is that now I’ve got more time to devote to planning, adapting the coursebook, selecting and I can´t help it, I mean, I want to deliver ‘the’ lesson. However, I then need to bear in mind that the situation is not that normal in the sense that I’ll teach these two lessons without actually being their teacher all the year round. Something to definitely consider when analysing the data from observations and feedback from stu.
domingo, 29 de noviembre de 2009
Intro a RADIO
Mi terapeuta me recomendó que escribiera. Me recomendó que escribiera sobre lo que no podía decir o hacer en mi vida real. Que imaginara. Que no me dejara tragar por la Historia y escribiera MI historia para hacerle frente a la grande con letra mayúscula. Bueno. Así empecé con este tratamiento. También me dijo que después de atar mis ideas a un papel las podía grabar o llevar a cabo, pero el objetivo era que salieran a tomar aire.
En principio pensé en un diario de viaje, de ruta, no convencional, yo no conozco ningún otro lugar más que esta ciudad piojosa. Pensé en un diario interior con noticias para mí solo, yo sería el reportero, el editor, el publicista, el diariero. En otro principio, sin embargo, fui un poco más audaz y llegué más lejos, pensé en una radio, sería, en tal caso, productor y guionista, conductor y columnista. ¡No tendría que recibir órdenes de nadie! Seguiría las mías propias, no las mías influenciadas por ajenas. Como el objetivo era que mis ideas salieran a tomar aire para que dejaran de ahogarme, confirmé mi idea de la radio.
Ahora necesitaba una otra idea. Escribiría los guiones de lunes a viernes, el sábado los revisaría, y el domingo grabaría el programa. Pensé en el domingo porque es el día más aburrido que pueda haberse establecido. Me mantendría ocupado, y si tengo éxito, me dije, les haría más llevadero el domingo a otros pobres abatidos por un fin de semana, quizás, más insoportable que los días que se enfilan detrás del temido lunes.
Pensé en un nombre tanto para la radio como para el programa. Dos nombres. Ya que era asiduo de la literatura, las bibliotecas, las ferias de libros, las tertulias literarias, los patios de lectura, los lanzamientos editoriales y las paredes decoradas con grafittis, me volqué por un título rimbombante, esos que emocionan hasta la inflamación del hígado. Audiencia toda, tengan la bienvenida a… Domingo Literario.
¡Eureka! Ya asomaba y se pavoneaba de tener nombre éste, mi programa de radio. Para evitar complicaciones innecesarias, no comenzaría por el principio, contrario a lo que los cuenta cuentos enseñan, sería como una persona a quien le recomiendan escuchar tal o cual audición ya una vez pasada un par de la misma.
En principio pensé en un diario de viaje, de ruta, no convencional, yo no conozco ningún otro lugar más que esta ciudad piojosa. Pensé en un diario interior con noticias para mí solo, yo sería el reportero, el editor, el publicista, el diariero. En otro principio, sin embargo, fui un poco más audaz y llegué más lejos, pensé en una radio, sería, en tal caso, productor y guionista, conductor y columnista. ¡No tendría que recibir órdenes de nadie! Seguiría las mías propias, no las mías influenciadas por ajenas. Como el objetivo era que mis ideas salieran a tomar aire para que dejaran de ahogarme, confirmé mi idea de la radio.
Ahora necesitaba una otra idea. Escribiría los guiones de lunes a viernes, el sábado los revisaría, y el domingo grabaría el programa. Pensé en el domingo porque es el día más aburrido que pueda haberse establecido. Me mantendría ocupado, y si tengo éxito, me dije, les haría más llevadero el domingo a otros pobres abatidos por un fin de semana, quizás, más insoportable que los días que se enfilan detrás del temido lunes.
Pensé en un nombre tanto para la radio como para el programa. Dos nombres. Ya que era asiduo de la literatura, las bibliotecas, las ferias de libros, las tertulias literarias, los patios de lectura, los lanzamientos editoriales y las paredes decoradas con grafittis, me volqué por un título rimbombante, esos que emocionan hasta la inflamación del hígado. Audiencia toda, tengan la bienvenida a… Domingo Literario.
¡Eureka! Ya asomaba y se pavoneaba de tener nombre éste, mi programa de radio. Para evitar complicaciones innecesarias, no comenzaría por el principio, contrario a lo que los cuenta cuentos enseñan, sería como una persona a quien le recomiendan escuchar tal o cual audición ya una vez pasada un par de la misma.
El turismo y la hospitalidad
Procederemos a explicar ahora cómo comportarse en Londres, capital del Reino Unido, Gran Bretaña, e Inglaterra.
Hemos decidido dar este paso en materia de turismo y hospitalidad ante el pedido unánime de las víctimas de tanto desprecio, falta de relativismo cultural y educación. Nos estamos refiriendo a los ingleses, obviamente.
Luego de haber visto y analizado miles de horas de filmación producto de cámaras de seguridad en lugares estratégicos de la cautivante London, hemos aquí establecido ciertas normas de convivencia para que un argentino de paso por Inglaterra siga al pie de la letra y disfrute tanto él como los residentes de su estadía por las islas del Viejo Continente.
Cuando llegue al AEROPUERTO INTERNACIONAL que le toque en suerte en Londres y se disponga a pasar por el control aduanero, NO se queje porque tiene que hacer cola, una diferente de la que utilizan los ingleses o de la Unión Europea. Siga avanzando en fila, no en masa, sino en FILA. Recuerde completar el formulario correspondiente previa lectura atenta de las indicaciones allí impresas. NO están solamente en inglés, esa excusa no le servirá aquí. Puede leerlas en español sin darse cuenta que no está en su país sudamericano.
Ya en la zona del aeropuerto que se le indique mediante flechas, carteles indicadores, mapas, personal capacitado, NO pretenda ser el primero en recoger su equipaje, NO piense que usted no será escaneado, ni imagine que lo dejarán pasar con dulce de leche, 300 cm3 de agua de colonia, una tijera de podar o una butifarra casera. Las regulaciones que prohíben el ingreso de embutidos, productos no envasados al vacío y etiquetados, líquidos que superen los 110 cm3 o elementos punzantes y cortantes en el equipaje de mano son aplicables a TODOS los pasajeros. Queda claro, entonces, que los argentinos, se hallan bajo estas normas también.
Una vez que arribe al hotel incluido en el paquete turístico que adquirió, NO insista con la velocidad de la puerta giratoria de acceso. Las mismas poseen un mecanismo de rotación que es independiente de la velocidad y ansiedad del ser humano. No por mucho apurarse, se entra más temprano. Sea paciente, espere, no atasque la entrada pretendiendo entrar usted, su esposa, sus hijos adolescentes y las cinco valijas que carga de una sola vez. Le recordamos para su tranquilidad: el hotel no se esfumará, la puerta no se transformará en un muro impenetrable. Sea paciente, espere, pase de una persona o dos por vez.
La norma que aquí antecede es aplicable también al uso del ascensor. NO se crea con derecho al uso irrestricto del mismo. Por favor, lea, mire, respete el límite de capacidad, permita que los huéspedes del mismo hotel en el cual usted se aloja (significa esto que ambos pertenecen al mismo conjunto) abandonen el ascensor en primer término, y luego, solamente luego ingrese usted con tranquilidad y decoro.
Sabrá que por lo general el desayuno está incluido en la tarifa que ha abonado en concepto de estadía. Es común que se trate de un servicio de buffet por llamarlo de alguna manera donde es Ud el que se sirve primero para luego ubicarse en alguna de las mesas destinadas para la bella actividad de disfrutar de un rico desayuno. Sin embargo, debe ser cauto y seguir nuestras líneas de acción: si bien puede optar por servirse generosamente NO es necesario NI obligatorio que consuma todo el café, leche, yogur, tostadas, jugo de naranja y manzana. Tampoco es aconsejable que guarde en su cartera varias unidades de medialunas, manzanas, bananas u otras opciones para su deleite EN el comedor del hotel.
Seguramente querrá tomar el underground o tube (subte) para llegar a los puntos obligados de la capital inglesa. Pues bien, este servicio proporciona grandes ventajas para TODOS los usuarios (los ingleses no quedan excluídos ni los argentinos exclusivos) si se lo utiliza de forma responsable y ordenada. Bien, ni bien descienda a alguna de las estaciones de sus más de doce líneas, tome un mapa LONDON UNDERGROUND TUBE MAP, los cuales son fácilmente reconocibles y se hallan al alcance de todos. NO tome todos los mapas disponibles para traer de recuerdo a la Argentina. En Buenos Aires no serán de mucha utilidad. De ninguna. Tenga en mente la estación donde desea dirigirse y cerciórese del sentido que desea tomar en la línea ya que estas pueden dirigirse hacia el norte (northbound), sur (southbound), este (eastbound) u oeste (westbound). De todas formas, existen grandes carteles con representaciones parciales del mapa del sistema subterráneo. Pase por el molinete la tarjeta de pase diario ya previamente adquirida o no, y tome la escalera mecánica. Es necesario recordar que el subte NO es gratis para argentinos, NO es gratis para nadie. Se debe abonar y en lo posible con cambio. Sea amable. Espere su turno. Una vez del otro lado del molinete electrónico y ya dispuesto a descender por la escalera mecánica asegúrese de lo siguiente: si no desea bajarla caminando, PÁRESE Y QUÉDESE PARADO EN FILA sobre la izquierda de la escalera. Verá que TODOS los usuarios hacen fila, NO AVANCE NI BLOQUEE EL PASO, ya que el espacio de la derecha es usado para descender o ascender caminando. No podrá excusarse en que los carteles indicadores de estas normas están en inglés, idioma que no habla y hasta tal vez deteste, ya que, si observa a su alrededor (no está solo) verá que TODO el mundo hace lo indicado. Siga la conducta de los demás y no será víctima de miradas inquisidoras o irritantes. Una vez que haya hecho su camino hasta la boca del subte, NO se quede parado justo allí, otra gente necesita entrar y salir por ella. Desplácese hacia los laterales y espere su servicio. NO es necesario vociferar su destino ni criticar en español a los demás seres humanos que lo rodean. No les interesa, además, pueden saber español. Respete la inscripción MIND THE GAP pintada en la plataforma y manténgase detrás de la línea amarilla. No arremeta para entrar. Deje salir. Puede Ud y su familia ingresar en forma ordenada y en FILA. NO corra y mate por un asiento disponible. No grite y mueva los brazos cual ahogado diciendo “Acá hay uno libre”. Verá que la gente lee, LEE, escucha música o habla animosamente pero SIN GRITAR. No quiera demostrar por todos los medios creados por su imaginación su condición de turista argentino, ni mucho menos pretenda ocultar su nacionalidad y quiera pasar por italiano, español o inglés. Esta es una sociedad multicultural. Saben diferenciar y podrían llegar a preguntar alguna cuestión que lo lleve a la vergüenza o al ridículo. No hable del gol de Maradona, de la mano de Dios, de las Malvinas. Observe y hable con los suyos sin relojear o mirar a los ojos por dos prolongados minutos a la pareja de lesbianas (según sus conclusiones) sentada a su lado. Vive y deje vivir. Londres no es suyo, las Malvinas, por el momento, tampoco.
Supongamos que usted decide salir en la estación Tower Hill y de allí caminar hasta la Tower of London (La Torre de Londres). Abona su ticket de entrada a esta impresionante fortaleza, y ubica su posición en un mapa guía según la lengua de preferencia o competencia lingüística. Seguramente querrá visitar la Torre Blanca o White Tower, el corazón de de la Torre. Una vez allí, se maravillará con las armaduras, cañones, armas de guerra y paredes de roca sólida talladas por las manos de prisioneros hace mil años nada más. Supongamos también que Ud y su familia están tan maravillados con el impecable estado de los objetos allí en exhibición y no resiste la tentación de posar y arrastrar sus dedos por ellos. NO. Gracias a que la gente no los toca, se preservan para la vista de Ud y otros tantos miles de turistas que llegan a este lugar histórico cada año. En nuestro tren de suposiciones, luego se dirigirá seguramente al edificio llamado Waterloo Block, sección que alberga las joyas de la Corona. La entrada se halla custodiada por incólumes soldados. NO haga monerías, no les baile, no les haga nada para distraerlos. No son ciegos, pueden ver notoriamente SU infinita capacidad para dejar claro que es un frustrado payaso de poca monta. Una vez dentro, verá que hay carteles visibles que muestran una cámara fotográfica con una raya roja atravesada. Esta es una señal, un signo, un símbolo (dejamos la diferencia a los entendidos en semiótica) de que no puede utilizar su cámara para tomar fotografías del recinto o las joyas. Esta indicación no significa que usted puede tomar las fotos sin accionar el flash. NO PUEDE con o sin flash, con o sin zoom, con o sin rollo, con o sin memoria suficiente y batería exultante. Le pueden pedir que se retire sin importar su condición de turista y argentino.
Una vez que regrese al mundo de esas callecitas sin igual con autos que vienen y van en ambos sentidos, percátese de las inscripciones que rezan LOOK RIGHT (mire a la derecha) o LOOK LEFT (mire a la izquierda). Éstas le advierten hacia dónde debe dirigir su mirada antes de poner un pie en la calzada. Sea precavido, si bien los peatones tienen prioridad, los conductores confían en SU interpretación de cruzar por las sendas peatonales teniendo en cuenta esas simpáticas palabritas blancas sobre la calle.
Sin por algún motivo decide Ud pasar por el British Museum (Museo Británico), le solicitamos tenga a bien aplicar las mismas normas sugeridas para la Torre (en realidad para cualquier lugar que visite en Inglaterra y el mundo, incluso de vuelta a la Argentina).
Ahora, si una vez que toma como aventura cruzar desde la Saint Paul’s Cathedral al Globe Theatre de Shakespeare mediante el Millenium Bridge y de allí arrastra a su familia a realizar un tour en una embarcación destinada para tal fin por el río Támesis, le solicitamos tenga a bien respetar al guía. Se dará cuenta de que los guías hablan perfectamente más de tres lenguas, castellano incluido. Si, en español, se pide que NO se saquen fotos desde dentro de la embarcación o desde los vidrios que dan al frente de la misma, NO lo haga usted. El guía no se está dirigiendo solamente a los mejicanos, españoles o venezolanos. Usted también habla español por mucho que le pese. Si escucha una instrucción que le resulta comprensible por la simple razón de estar codificada en SU lengua materna, haga caso, se lo están solicitando a USTED también. Cállese y aprenda. Si no le interesa la explicación traducida a SU lengua o cualquiera, permanezca calmo, otra gente le agradecerá el respeto conferido.
Verá que en numerosos sitios históricos abiertos al público puede optar por un guía de carne y hueso al que deberá escuchar sin hacer su propia interpretación en voz alta (sino hágalo solo) o por una audioguía o audioguide. Esta opción consiste en un teléfono similar a un celular en el cual podrá seleccionar el idioma que desea y luego escuchar las explicaciones de acuerdo con una ruta marcada por números. Por ejemplo, si en su recorrido por un museo ve el número 3, deberá oprimir ese mismo número en su teléfono y escuchará la explicación correspondiente. Si no comprende una vez, puede repetir esa sección hasta que logre procesar la información contenida. Una vez que haya culminado su recorrido, deje el audioguide en el lugar para tal fin. El personal a cargo no se lo arrebatará porque da por sentado que será usted quien lo devuelva para ser utilizado por otros turistas. Cabe recordar que el artefacto en cuestión NO se puede llevar como souvenir ya que, al igual que los mapas del subte, no tienen utilidad en otro espacio. Será difícil seguir las explicaciones de la Torre o de Stonehenge (NO está en Londres) en Palermo, el valle de Calamuchita o Bariloche.
Es sabida ya la cuestión de comer en territorio inglés. Simplemente es caro aunque esto no significa imposible. Lo importante es tener un buen manejo del dinero, en especial de las monedas. TODAS LAS MONEDAS VALEN. Las monedas inglesas se hacen valer. También es sabido que es algo irresistible la tentación de comer en aquella cadena de comidas rápidas y con un sabor impersonal representada por un simpático clown y dos arcos dorados. Pues bien, NO es la única opción en el mercado. NO es la opción más barata. NO es comida típica de Gran Bretaña. ¿Ha escuchado hablar del pescado con papas fritas? Dese el lujo de descarriarse de la masa consumista y diríjase a pequeños restaurantes o panaderías desconocidas para usted, los británicos sí las conocen y muy bien, y pida un sándwich de cualquier variedad. No se arrepentirá ya que no solamente le será de agrado a su paladar y estómago, sino que el costo es más bajo comparado con esas hamburguesas con papas y salsas de dudoso origen.
Seguramente tanto usted como su familia quedarán extasiados al recorrer Oxford Street, en pleno corazón comercial londinense. Vivirá una experiencia glamorosa al caminar por veredas que guardan los pasos y chicles de la high society británica. No detener la marcha y apreciar sus exquisitas y refinadas vidrieras es lisa y llanamente un delito. Puede ingresar a los locales de las grandes marcas y preguntar por un precio o retirarse victorioso balanceando una bolsa con un producto dentro (no importa si es una camisa de edición limitada o una remera blanca corta lisa de la colección verano 1990). Lo que sí NO puede hacer bajo ningún concepto es recorrer estas calles una y otra vez cada dos o tres día mientras dure su estadía. NO dedique esfuerzos. NO gaste su tiempo y suelas en recorrer en todos los sentidos posibles estas cuadras si solamente se limitará a mirar, opinar y desear. El tiempo malgastado aquí podría invertirlo en volver al British Museum o en visitar otros de los tantísimos lugares que tiene Londres reservados para usted (no solamente USTED, para todos aquellos que se precien de ser humanos).
Sepa disculpar si hemos dejado algún punto importante sin tratamiento. Simplemente lo que aquí antecede pretende ser una modesta guía sobre temas claves, sería imposible desarrollar todas las reglas de urbanidad, hospitalidad y turismo aquí y ahora.
Esperamos sea de utilidad, y si tiene alguna sugerencia para ser incorporada al presente documento de carácter extra oficial, no dude en contactarse con nosotros a la siguiente dirección de correo electrónico:
argentinosturistas_cuidado@mundotierra.org.ar
Hemos decidido dar este paso en materia de turismo y hospitalidad ante el pedido unánime de las víctimas de tanto desprecio, falta de relativismo cultural y educación. Nos estamos refiriendo a los ingleses, obviamente.
Luego de haber visto y analizado miles de horas de filmación producto de cámaras de seguridad en lugares estratégicos de la cautivante London, hemos aquí establecido ciertas normas de convivencia para que un argentino de paso por Inglaterra siga al pie de la letra y disfrute tanto él como los residentes de su estadía por las islas del Viejo Continente.
Cuando llegue al AEROPUERTO INTERNACIONAL que le toque en suerte en Londres y se disponga a pasar por el control aduanero, NO se queje porque tiene que hacer cola, una diferente de la que utilizan los ingleses o de la Unión Europea. Siga avanzando en fila, no en masa, sino en FILA. Recuerde completar el formulario correspondiente previa lectura atenta de las indicaciones allí impresas. NO están solamente en inglés, esa excusa no le servirá aquí. Puede leerlas en español sin darse cuenta que no está en su país sudamericano.
Ya en la zona del aeropuerto que se le indique mediante flechas, carteles indicadores, mapas, personal capacitado, NO pretenda ser el primero en recoger su equipaje, NO piense que usted no será escaneado, ni imagine que lo dejarán pasar con dulce de leche, 300 cm3 de agua de colonia, una tijera de podar o una butifarra casera. Las regulaciones que prohíben el ingreso de embutidos, productos no envasados al vacío y etiquetados, líquidos que superen los 110 cm3 o elementos punzantes y cortantes en el equipaje de mano son aplicables a TODOS los pasajeros. Queda claro, entonces, que los argentinos, se hallan bajo estas normas también.
Una vez que arribe al hotel incluido en el paquete turístico que adquirió, NO insista con la velocidad de la puerta giratoria de acceso. Las mismas poseen un mecanismo de rotación que es independiente de la velocidad y ansiedad del ser humano. No por mucho apurarse, se entra más temprano. Sea paciente, espere, no atasque la entrada pretendiendo entrar usted, su esposa, sus hijos adolescentes y las cinco valijas que carga de una sola vez. Le recordamos para su tranquilidad: el hotel no se esfumará, la puerta no se transformará en un muro impenetrable. Sea paciente, espere, pase de una persona o dos por vez.
La norma que aquí antecede es aplicable también al uso del ascensor. NO se crea con derecho al uso irrestricto del mismo. Por favor, lea, mire, respete el límite de capacidad, permita que los huéspedes del mismo hotel en el cual usted se aloja (significa esto que ambos pertenecen al mismo conjunto) abandonen el ascensor en primer término, y luego, solamente luego ingrese usted con tranquilidad y decoro.
Sabrá que por lo general el desayuno está incluido en la tarifa que ha abonado en concepto de estadía. Es común que se trate de un servicio de buffet por llamarlo de alguna manera donde es Ud el que se sirve primero para luego ubicarse en alguna de las mesas destinadas para la bella actividad de disfrutar de un rico desayuno. Sin embargo, debe ser cauto y seguir nuestras líneas de acción: si bien puede optar por servirse generosamente NO es necesario NI obligatorio que consuma todo el café, leche, yogur, tostadas, jugo de naranja y manzana. Tampoco es aconsejable que guarde en su cartera varias unidades de medialunas, manzanas, bananas u otras opciones para su deleite EN el comedor del hotel.
Seguramente querrá tomar el underground o tube (subte) para llegar a los puntos obligados de la capital inglesa. Pues bien, este servicio proporciona grandes ventajas para TODOS los usuarios (los ingleses no quedan excluídos ni los argentinos exclusivos) si se lo utiliza de forma responsable y ordenada. Bien, ni bien descienda a alguna de las estaciones de sus más de doce líneas, tome un mapa LONDON UNDERGROUND TUBE MAP, los cuales son fácilmente reconocibles y se hallan al alcance de todos. NO tome todos los mapas disponibles para traer de recuerdo a la Argentina. En Buenos Aires no serán de mucha utilidad. De ninguna. Tenga en mente la estación donde desea dirigirse y cerciórese del sentido que desea tomar en la línea ya que estas pueden dirigirse hacia el norte (northbound), sur (southbound), este (eastbound) u oeste (westbound). De todas formas, existen grandes carteles con representaciones parciales del mapa del sistema subterráneo. Pase por el molinete la tarjeta de pase diario ya previamente adquirida o no, y tome la escalera mecánica. Es necesario recordar que el subte NO es gratis para argentinos, NO es gratis para nadie. Se debe abonar y en lo posible con cambio. Sea amable. Espere su turno. Una vez del otro lado del molinete electrónico y ya dispuesto a descender por la escalera mecánica asegúrese de lo siguiente: si no desea bajarla caminando, PÁRESE Y QUÉDESE PARADO EN FILA sobre la izquierda de la escalera. Verá que TODOS los usuarios hacen fila, NO AVANCE NI BLOQUEE EL PASO, ya que el espacio de la derecha es usado para descender o ascender caminando. No podrá excusarse en que los carteles indicadores de estas normas están en inglés, idioma que no habla y hasta tal vez deteste, ya que, si observa a su alrededor (no está solo) verá que TODO el mundo hace lo indicado. Siga la conducta de los demás y no será víctima de miradas inquisidoras o irritantes. Una vez que haya hecho su camino hasta la boca del subte, NO se quede parado justo allí, otra gente necesita entrar y salir por ella. Desplácese hacia los laterales y espere su servicio. NO es necesario vociferar su destino ni criticar en español a los demás seres humanos que lo rodean. No les interesa, además, pueden saber español. Respete la inscripción MIND THE GAP pintada en la plataforma y manténgase detrás de la línea amarilla. No arremeta para entrar. Deje salir. Puede Ud y su familia ingresar en forma ordenada y en FILA. NO corra y mate por un asiento disponible. No grite y mueva los brazos cual ahogado diciendo “Acá hay uno libre”. Verá que la gente lee, LEE, escucha música o habla animosamente pero SIN GRITAR. No quiera demostrar por todos los medios creados por su imaginación su condición de turista argentino, ni mucho menos pretenda ocultar su nacionalidad y quiera pasar por italiano, español o inglés. Esta es una sociedad multicultural. Saben diferenciar y podrían llegar a preguntar alguna cuestión que lo lleve a la vergüenza o al ridículo. No hable del gol de Maradona, de la mano de Dios, de las Malvinas. Observe y hable con los suyos sin relojear o mirar a los ojos por dos prolongados minutos a la pareja de lesbianas (según sus conclusiones) sentada a su lado. Vive y deje vivir. Londres no es suyo, las Malvinas, por el momento, tampoco.
Supongamos que usted decide salir en la estación Tower Hill y de allí caminar hasta la Tower of London (La Torre de Londres). Abona su ticket de entrada a esta impresionante fortaleza, y ubica su posición en un mapa guía según la lengua de preferencia o competencia lingüística. Seguramente querrá visitar la Torre Blanca o White Tower, el corazón de de la Torre. Una vez allí, se maravillará con las armaduras, cañones, armas de guerra y paredes de roca sólida talladas por las manos de prisioneros hace mil años nada más. Supongamos también que Ud y su familia están tan maravillados con el impecable estado de los objetos allí en exhibición y no resiste la tentación de posar y arrastrar sus dedos por ellos. NO. Gracias a que la gente no los toca, se preservan para la vista de Ud y otros tantos miles de turistas que llegan a este lugar histórico cada año. En nuestro tren de suposiciones, luego se dirigirá seguramente al edificio llamado Waterloo Block, sección que alberga las joyas de la Corona. La entrada se halla custodiada por incólumes soldados. NO haga monerías, no les baile, no les haga nada para distraerlos. No son ciegos, pueden ver notoriamente SU infinita capacidad para dejar claro que es un frustrado payaso de poca monta. Una vez dentro, verá que hay carteles visibles que muestran una cámara fotográfica con una raya roja atravesada. Esta es una señal, un signo, un símbolo (dejamos la diferencia a los entendidos en semiótica) de que no puede utilizar su cámara para tomar fotografías del recinto o las joyas. Esta indicación no significa que usted puede tomar las fotos sin accionar el flash. NO PUEDE con o sin flash, con o sin zoom, con o sin rollo, con o sin memoria suficiente y batería exultante. Le pueden pedir que se retire sin importar su condición de turista y argentino.
Una vez que regrese al mundo de esas callecitas sin igual con autos que vienen y van en ambos sentidos, percátese de las inscripciones que rezan LOOK RIGHT (mire a la derecha) o LOOK LEFT (mire a la izquierda). Éstas le advierten hacia dónde debe dirigir su mirada antes de poner un pie en la calzada. Sea precavido, si bien los peatones tienen prioridad, los conductores confían en SU interpretación de cruzar por las sendas peatonales teniendo en cuenta esas simpáticas palabritas blancas sobre la calle.
Sin por algún motivo decide Ud pasar por el British Museum (Museo Británico), le solicitamos tenga a bien aplicar las mismas normas sugeridas para la Torre (en realidad para cualquier lugar que visite en Inglaterra y el mundo, incluso de vuelta a la Argentina).
Ahora, si una vez que toma como aventura cruzar desde la Saint Paul’s Cathedral al Globe Theatre de Shakespeare mediante el Millenium Bridge y de allí arrastra a su familia a realizar un tour en una embarcación destinada para tal fin por el río Támesis, le solicitamos tenga a bien respetar al guía. Se dará cuenta de que los guías hablan perfectamente más de tres lenguas, castellano incluido. Si, en español, se pide que NO se saquen fotos desde dentro de la embarcación o desde los vidrios que dan al frente de la misma, NO lo haga usted. El guía no se está dirigiendo solamente a los mejicanos, españoles o venezolanos. Usted también habla español por mucho que le pese. Si escucha una instrucción que le resulta comprensible por la simple razón de estar codificada en SU lengua materna, haga caso, se lo están solicitando a USTED también. Cállese y aprenda. Si no le interesa la explicación traducida a SU lengua o cualquiera, permanezca calmo, otra gente le agradecerá el respeto conferido.
Verá que en numerosos sitios históricos abiertos al público puede optar por un guía de carne y hueso al que deberá escuchar sin hacer su propia interpretación en voz alta (sino hágalo solo) o por una audioguía o audioguide. Esta opción consiste en un teléfono similar a un celular en el cual podrá seleccionar el idioma que desea y luego escuchar las explicaciones de acuerdo con una ruta marcada por números. Por ejemplo, si en su recorrido por un museo ve el número 3, deberá oprimir ese mismo número en su teléfono y escuchará la explicación correspondiente. Si no comprende una vez, puede repetir esa sección hasta que logre procesar la información contenida. Una vez que haya culminado su recorrido, deje el audioguide en el lugar para tal fin. El personal a cargo no se lo arrebatará porque da por sentado que será usted quien lo devuelva para ser utilizado por otros turistas. Cabe recordar que el artefacto en cuestión NO se puede llevar como souvenir ya que, al igual que los mapas del subte, no tienen utilidad en otro espacio. Será difícil seguir las explicaciones de la Torre o de Stonehenge (NO está en Londres) en Palermo, el valle de Calamuchita o Bariloche.
Es sabida ya la cuestión de comer en territorio inglés. Simplemente es caro aunque esto no significa imposible. Lo importante es tener un buen manejo del dinero, en especial de las monedas. TODAS LAS MONEDAS VALEN. Las monedas inglesas se hacen valer. También es sabido que es algo irresistible la tentación de comer en aquella cadena de comidas rápidas y con un sabor impersonal representada por un simpático clown y dos arcos dorados. Pues bien, NO es la única opción en el mercado. NO es la opción más barata. NO es comida típica de Gran Bretaña. ¿Ha escuchado hablar del pescado con papas fritas? Dese el lujo de descarriarse de la masa consumista y diríjase a pequeños restaurantes o panaderías desconocidas para usted, los británicos sí las conocen y muy bien, y pida un sándwich de cualquier variedad. No se arrepentirá ya que no solamente le será de agrado a su paladar y estómago, sino que el costo es más bajo comparado con esas hamburguesas con papas y salsas de dudoso origen.
Seguramente tanto usted como su familia quedarán extasiados al recorrer Oxford Street, en pleno corazón comercial londinense. Vivirá una experiencia glamorosa al caminar por veredas que guardan los pasos y chicles de la high society británica. No detener la marcha y apreciar sus exquisitas y refinadas vidrieras es lisa y llanamente un delito. Puede ingresar a los locales de las grandes marcas y preguntar por un precio o retirarse victorioso balanceando una bolsa con un producto dentro (no importa si es una camisa de edición limitada o una remera blanca corta lisa de la colección verano 1990). Lo que sí NO puede hacer bajo ningún concepto es recorrer estas calles una y otra vez cada dos o tres día mientras dure su estadía. NO dedique esfuerzos. NO gaste su tiempo y suelas en recorrer en todos los sentidos posibles estas cuadras si solamente se limitará a mirar, opinar y desear. El tiempo malgastado aquí podría invertirlo en volver al British Museum o en visitar otros de los tantísimos lugares que tiene Londres reservados para usted (no solamente USTED, para todos aquellos que se precien de ser humanos).
Sepa disculpar si hemos dejado algún punto importante sin tratamiento. Simplemente lo que aquí antecede pretende ser una modesta guía sobre temas claves, sería imposible desarrollar todas las reglas de urbanidad, hospitalidad y turismo aquí y ahora.
Esperamos sea de utilidad, y si tiene alguna sugerencia para ser incorporada al presente documento de carácter extra oficial, no dude en contactarse con nosotros a la siguiente dirección de correo electrónico:
argentinosturistas_cuidado@mundotierra.org.ar
Detente
"Detente, sombra de mi bien esquivo,imagen del hechizo que más quiero,bella ilusión por quien alegre muero,dulce ficción por quien penosa vivo. Si al imán de tus gracias, atractivo,sirve mi pecho de obediente acero,¿para qué me enamoras lisonjerosi has de burlarme luego fugitivo? Mas blasonar no puedes, satisfecho,de que triunfa de mí tu tiranía:que aunque dejas burlado el lazo estrecho que tu forma fantástica ceñía,poco importa burlar brazos y pechosi te labra prisión mi fantasía."
Sor Juana Inés de la Cruz
Sor Juana Inés de la Cruz
martes, 18 de agosto de 2009
The Danish Royal Family
There is no sound. There is. There is no colour. There is. There are no fears. There are. Well hidden. There are no anti-hope protests. There won’t be. As long as he lives. As long as she lives. Together.
There is no time. There is. Not. Damoun I, crownless and barefoot into the kitchen goes. Soundlessly. His crown is his bedroom sleeps. In fact she’s dreaming yet she doesn’t need to tell the World about such eccentric behaviour. I try to open one eye. I just turn around. She knows that when the time pats on her shoulder she’ll take a pen. Plus paper. To put them down. To tie them up. To open the wonderwindow and let them be.
But I get up.
Primero abre la canilla de agua caliente. Luego la de agua fría. Pero no es como en la inefable cocina inglesa con las canillas divorciadamente separadas. Aquí las dos confluyen en un solo chorro. Qué palabra poco real. Pasa de la mesada a la pileta los platos, las copas, los sinsueños, las fuentes, los cuchillos, tenedores, risas, miradas en bicicletas por el centro de Odense, el sacacorchos.
Y sumergidos los contempla. Y con una mano sí, con la otra también los mira. Uno a uno los cepilla con un cepillito de lo más acepillado y rigurosamente los cepilla quitando todo rastro de humanidad, de hambre, y sed. Uno a uno va colocándolos en la mesada nuevamente. Primero los platos, luego las copas, los cubiertos, las fuentes, las piernas largas de la luz oscura.
And there he stands. Remaining. In and out. Breathing in and out. Standing and breathing. He takes more air and talks to me. And he tells me how much pleasure he finds in doing the dishes. How lovely and relaxing it is to submerge himself into an ocean of soap, shark-knives and shell-spoons.
Y entonces el mismo proceso pareciera repetirse. Porque ahora con una esponja con detergente lleno de fragancia a limón (¿han visto alguna vez un limón que haga espuma y encima quite la grasa?) va frotando uno a uno los platos, los cubiertos, los abrazos-sobornos, el abrelatas, las fuentes de las ensaladas, las necias caras de las fotos navideñas (no es que sea víctima del ofuscamiento robertiano de las navidades con sus regalos, sus arbolitos, sus lucecitas de mierda). Pero al pasar la esponja espumosa sobre los platos, no solo quita lo que tenga que quitar sino que inscribe versos, formas, dibujitos de palotes. O toma un vaso y le agrega mar, le agrega pequeñitas ostras, le sopla algunas algas ingratas. Y va dejando cada elemento nuevamente en la mesada.
Se sonríe porque supone que yo debo pensar que no puede estar tanto tiempo para lavar los platos. Se sonríe porque supongo yo que en realidad debe pensar que yo tampoco debo estar pensando en eso sino que si bien parezco de lo más interesado en describir su still-life momento, there are sounds, many, there are colours, thousands of palettes, there fears, you tell me if there are no fears when all you think you have to do now is wait for a couple of minutes until all that soap and detergent do wonders and then again you have to well it’s not again in a way it is well he has to rinse them say bye bye to all the dirt by to all these seconds he’s just waited over and over again and again time after time you think is that all you have is your little queen and then what then a stranger a refugee turns up and oh look what a mess we’ve made is that what you say amy is that what you mean when you cry that love is a losing game. Though he enjoyed it.
After all, even though he seems to be too focused and I seem to be enthralled we both know that it’s been worth living.
Él enguaja, y yo tomo una rejilla y tal como nos coordinamos en la cama donde la Reina aún retoza, yo seco. También guardo.
There is no time. There is. Not. Damoun I, crownless and barefoot into the kitchen goes. Soundlessly. His crown is his bedroom sleeps. In fact she’s dreaming yet she doesn’t need to tell the World about such eccentric behaviour. I try to open one eye. I just turn around. She knows that when the time pats on her shoulder she’ll take a pen. Plus paper. To put them down. To tie them up. To open the wonderwindow and let them be.
But I get up.
Primero abre la canilla de agua caliente. Luego la de agua fría. Pero no es como en la inefable cocina inglesa con las canillas divorciadamente separadas. Aquí las dos confluyen en un solo chorro. Qué palabra poco real. Pasa de la mesada a la pileta los platos, las copas, los sinsueños, las fuentes, los cuchillos, tenedores, risas, miradas en bicicletas por el centro de Odense, el sacacorchos.
Y sumergidos los contempla. Y con una mano sí, con la otra también los mira. Uno a uno los cepilla con un cepillito de lo más acepillado y rigurosamente los cepilla quitando todo rastro de humanidad, de hambre, y sed. Uno a uno va colocándolos en la mesada nuevamente. Primero los platos, luego las copas, los cubiertos, las fuentes, las piernas largas de la luz oscura.
And there he stands. Remaining. In and out. Breathing in and out. Standing and breathing. He takes more air and talks to me. And he tells me how much pleasure he finds in doing the dishes. How lovely and relaxing it is to submerge himself into an ocean of soap, shark-knives and shell-spoons.
Y entonces el mismo proceso pareciera repetirse. Porque ahora con una esponja con detergente lleno de fragancia a limón (¿han visto alguna vez un limón que haga espuma y encima quite la grasa?) va frotando uno a uno los platos, los cubiertos, los abrazos-sobornos, el abrelatas, las fuentes de las ensaladas, las necias caras de las fotos navideñas (no es que sea víctima del ofuscamiento robertiano de las navidades con sus regalos, sus arbolitos, sus lucecitas de mierda). Pero al pasar la esponja espumosa sobre los platos, no solo quita lo que tenga que quitar sino que inscribe versos, formas, dibujitos de palotes. O toma un vaso y le agrega mar, le agrega pequeñitas ostras, le sopla algunas algas ingratas. Y va dejando cada elemento nuevamente en la mesada.
Se sonríe porque supone que yo debo pensar que no puede estar tanto tiempo para lavar los platos. Se sonríe porque supongo yo que en realidad debe pensar que yo tampoco debo estar pensando en eso sino que si bien parezco de lo más interesado en describir su still-life momento, there are sounds, many, there are colours, thousands of palettes, there fears, you tell me if there are no fears when all you think you have to do now is wait for a couple of minutes until all that soap and detergent do wonders and then again you have to well it’s not again in a way it is well he has to rinse them say bye bye to all the dirt by to all these seconds he’s just waited over and over again and again time after time you think is that all you have is your little queen and then what then a stranger a refugee turns up and oh look what a mess we’ve made is that what you say amy is that what you mean when you cry that love is a losing game. Though he enjoyed it.
After all, even though he seems to be too focused and I seem to be enthralled we both know that it’s been worth living.
Él enguaja, y yo tomo una rejilla y tal como nos coordinamos en la cama donde la Reina aún retoza, yo seco. También guardo.
sábado, 4 de julio de 2009
Aunque sería mejor contarla de otra manera. He preferido así, sin embargo, iniciar continuar explorar recorrer detener dejar atrás traer reinventar.
No tengo ganas de levantarme. No quiero. No quiero porque. Punto, no tengo ganas de levantarme y es definitivo y final aunque también soy conciente de que cuando menos lo espere el reloj dará las seis de la tarde. Y ya me parecen escuchar sus tacos subiendo los escalones de la entrada y con dos golpecitos suaves (se niega a usar el portero/timbre) anunciar que esta aquí. Serena y vertical.
Es que La Mexicana no quiere ir sola al cementerio a dejarle flores y mantiene su idea de que la mejor hora es cuando el sol no está tan alto alto y malo. Su piel, ella argumenta, no lo resistiría. Que una señora, una dama como lo es, no se puede permitir dorarse al sol. Ya no queda bien. Antes sí. Ahora, no. Además, ella sola lo esgrime, dice que a papá le gustaban las flores a la caída de la tarde justo después del té con leche y las tortas de la panadería a la que tantas veces, según ella, llegué llorando porque tenía miedo de que el panadero me convirtiera en rosquilla navideña. Con la infancia se va la inocencia y también la imaginación.
Esta tarde iremos a llevarle flores a papá. Iremos las dos, La Mexicana y yo. Le ha comprado flores porque las de su jardín, nuevamente según ella, no tienen mucha fragancia desde que el agua de lluvia no se puede juntar para regar las plantas. El agua química, como la llama, ha convertido su jardín en una naturaleza muerta. Le ha comprado diez jazmines blancos blancos y diez rosas rojas rojas. Y las trae envueltas, imagino, estoy segura, en papel celofán con pintitas blancas y rojas. No querría pecar de irreverente ante la tumba de papá. Tumba que ella viene cuidando con esmero todos los domingos después de almorzar. Luego de limpiar la cocina y cantar canciones de Dulce, prepara una canastita con dulces y vino blanco, dos copas y algunas uvas y flores obviamente, y parte para el cementerio a cumplir con sus Encuentros Dominicales como ella los llama. Y a la vuelta me llama y siempre me dice Las relaciones argentino-mexicanas están más fuertes que nunca. Yo la escucho y siempre siempre punto infinito pienso qué promesas se hicieron, que palabras se escondieron que desde dos mundos diferentes siguen manteniendo la red para pescar nuevos sueños y devolverle al mundo de ella y ahora el nuevo mundo de papá algo de lo que vivieron. Quizás diferentes, o muy por el contrario, imposiblemente parecidos. Casi iguales. Casi. Si no fuera por. Si no fuera.
Hace ya diez meses que repetimos la escena y sin embargo siempre parece que iniciamos en el kilómetro cero. La Mexicana, la dama, vendrá de riguroso vestido negro de seda italiana con los puños y el cuello inmaculadamente blancos y perfumados. Traerá un pañuelo de gasa al cuello. Un collar y aros de perlas. Capelina negra. Anteojos negros. Tacos negros. Y cartera roja roja. Siempre se viste así para visitar a papá. En invierno agregó a su vestimenta un tapado azabache.
Yo ya estoy lista. Minimalista.
Y escucho los tacos. Sus tacos en los peldaños. Dos golpecitos en la puerta. Suaves. Y ahí está. Aquí y ahora con su sonrisa que me abraza y me lleva a sentarme en el pasto y dejar mi cabeza dormir sobre sus piernas. Y la miro. Se quita los anteojos Audrey Hepburn y sus ojos anuncian su frase preferida.
Heme aquí, mi niña. Serena y vertical.
¿Lista para irnos? ¿No querés pasar al baño primero?
No, no, hija, estoy bien. ¿Tú qué crees?
Digo que estás más lista que nunca.
Ay Madre mía. Cuándo será el día que me digas quieres en lugar de ese querés tan soez.
Perdón. La señora.
La dama, niña.
La dama no lo tolera.
Si hubieras sido mexicana, otra sería la historia hoy.
¿Y si James hubiera sido mexicano?
Ay niña, que no se te olvide. No invoquemos bajo tu techo a un comesueños.
Yo ya lo perdoné.
Pues, fíjate que a mi, a mi cuesta. Has de saber que igual me duele estar en pleito con tu padre ya que dejó expresas instrucciones de acercarnos a él. Aunque, mira nomás, qué poco importa.
Llegamos al cementerio cuando el sol comenzaba su proceso de abandono. O, mejor dicho, cuando la muy engreída Tierra la da el hombro frío al Sol. La Mexicana, erguida en su propia telaraña de femineidad incandescente, me toma del brazo para subir las escalinatas que llevan a la capilla del cementerio. No para ella apoyarse en mí. Tal vez para indicarme que, como tantas veces tantas veces tantas, me puedo esconder un ratito en su amor de madre.
Se quita los anteojos y los guarda en su cartera roja. Con una intangible genuflexión se presenta ante su Madre y luego reza, reza con los ojos abiertos mirándola con ternura como si viniera a encontrarse con una amiga de toda la vida o con su maestra, seguramente mexicana también, de cuya mano aprendió el abecedario de todas las palabras que nos pertenecen, las de la furia, la desdicha, las de los abrazos al alba, las de la locura, y hasta las que dan vergüenza.
Yo, menos devota, rezo de pie. No es un rezo. Es una conversación con mi padre. Viste que vine. Siempre procrastino pero al final vengo y la acompaño. Al fin y al cabo, te salí bastante buena hija, viejo.
La Mexicana vuelve en sí, me busca con los ojos y me dice. La Madre también es mexicana, ¿sabías niña? Y porque es mexicana es que ha salido tan infalible pero sin querer ha dejado mutilar las venas de las mujeres latinas. Es que ella también fue mujer. Diosito me ampare de lo que estoy diciendo. Pero qué calumnias están saliendo de mi boca, mi niña. Si parezco una condenada a la hoguera. Que Diosito me salve de ésta. Si Sor Juana me escuchara, me lanzaría al olvido de sus versos y dejaría de ser una dama.
Para llegar a la tumba de papá podíamos optar por tres caminos diferentes. Uno era recto pero había que pasar por el panteón de los generales. Antes, que me parta un rayo. Jamás lo tomaremos, hija. El segundo, una seguidilla de callecitas angostas con las baldosas algo desalineadas. Tampoco, no me puedo permitir una caída. Es que soy una dama y mayor, aunque no lo digas tú. Y el tercer camino, el que nos quedaba por tomar, y en realidad el que siempre tomamos, tiene fuentes en el medio y pequeñas enredaderas de claveles. Sin embargo, yo siempre le pregunto por cuál vamos y ella me contesta que no que no que sí.
En el camino, me mira y me pregunta.
¿Te recuerdas quién está durmiendo en aquél panteón? El de los angelitos regordetes.
Recuerdo.
Rufián. Que me hizo creer que sería su reina para luego despojarme de mi corona.
Y siempre recitabas. Esta redondilla.
Ay, hija, pero cómo nos podemos olvidar. Si es tan cierto como que soy mujer. Mira que la recito justo cuando por delante le caminemos. Bien con muchas armas fundo que lidia vuestra arrogancia, pues en promesas e instancia juntáis diablo, carne y mundo.
¿Hace cuánto ya que la recitas?
Desde los tiempos inmemoriales. Desde que me llenó de promesas que murieron antes de que el gallo cantara tres veces. Antes de que el gallo dejara de ser un polluelo, fíjate.
¿Papá lo conoció?
Pero claro, hija. Si hasta me puso en guardia y me dijo Que ni te quiero ver con ese cara de malandra. Y se marchó y yo, como una tonta, no seguí mis propias palabras y me fui con el sujeto. Ay, pobre de mí, Madre. Pobrecita de mi pobrecita de ti. Allí quede como Chavela Vargas en Noche de Ronda. Qué triste pasar, qué triste cruzar por mi balcón.
Llegamos a la tumba y con la naturalidad del abrazo en la mañana fresca se quita sus lentes para guardarlos en su cartera roja roja y ya su sonrisa serena emociona. Mi buen amigo, pero qué dicha la nuestra. Y sin dejar de ser la dama que es, recorre la lápida con una gamuza y acaricia cada letra de su nombre. Ese nombre que tantas veces bordó pero que pocas veces pronunció. Simplemente un Mi buen señor. Es que tú te pareces a la poesía de Borges que, como a la de Sor Juana, no le falta ni le sobra una palabra. A mi las palabras ni me sobran ni me faltan. Lo que no tengo, bueno, tú ya lo sabes.
Nos quedamos en silencio no se cuánto tiempo. La tumba, impecable. Simplemente escrito el nombre de papá, aunque bien me imagino que La Mexicana debe ver cientos de miles de voces talladas en el mármol que ella ha pronunciado como el único trozo de mármol cálido sobre el planeta.
Cuando recién conocí a Mi buen señor, tu padre, jamás imaginé que sería yo quien viniera a visitarle. Yo, serena y vertical (aunque ya el sonido y la furia han menguado la tan mentada tranquilidad, mi Mexicana). Y él, allí, en su cono de sombras.
O en su mundo de los abrazos, como decía siempre cuando se iba a dormir.
Piramidal, funesta de la tierra, nacida sombra.
Pero, la debe estar pasando bomba. Debe estar volviendo locos y rompiendo las bolas a diestra y siniestra.
Siempre con tu justa lírica al borde de los labios, mi querida.
Mirá, mal no la debe estar pasando, sino, ya se hubiera vuelto para regalarte por teléfono su clásico Esto es una mierda.
Has heredado de tu padre su exquisita poesía. Con atrevimiento creo que Mi buen señor está en el mundo iluminado, y yo despierta.
No tengo ganas de levantarme. No quiero. No quiero porque. Punto, no tengo ganas de levantarme y es definitivo y final aunque también soy conciente de que cuando menos lo espere el reloj dará las seis de la tarde. Y ya me parecen escuchar sus tacos subiendo los escalones de la entrada y con dos golpecitos suaves (se niega a usar el portero/timbre) anunciar que esta aquí. Serena y vertical.
Es que La Mexicana no quiere ir sola al cementerio a dejarle flores y mantiene su idea de que la mejor hora es cuando el sol no está tan alto alto y malo. Su piel, ella argumenta, no lo resistiría. Que una señora, una dama como lo es, no se puede permitir dorarse al sol. Ya no queda bien. Antes sí. Ahora, no. Además, ella sola lo esgrime, dice que a papá le gustaban las flores a la caída de la tarde justo después del té con leche y las tortas de la panadería a la que tantas veces, según ella, llegué llorando porque tenía miedo de que el panadero me convirtiera en rosquilla navideña. Con la infancia se va la inocencia y también la imaginación.
Esta tarde iremos a llevarle flores a papá. Iremos las dos, La Mexicana y yo. Le ha comprado flores porque las de su jardín, nuevamente según ella, no tienen mucha fragancia desde que el agua de lluvia no se puede juntar para regar las plantas. El agua química, como la llama, ha convertido su jardín en una naturaleza muerta. Le ha comprado diez jazmines blancos blancos y diez rosas rojas rojas. Y las trae envueltas, imagino, estoy segura, en papel celofán con pintitas blancas y rojas. No querría pecar de irreverente ante la tumba de papá. Tumba que ella viene cuidando con esmero todos los domingos después de almorzar. Luego de limpiar la cocina y cantar canciones de Dulce, prepara una canastita con dulces y vino blanco, dos copas y algunas uvas y flores obviamente, y parte para el cementerio a cumplir con sus Encuentros Dominicales como ella los llama. Y a la vuelta me llama y siempre me dice Las relaciones argentino-mexicanas están más fuertes que nunca. Yo la escucho y siempre siempre punto infinito pienso qué promesas se hicieron, que palabras se escondieron que desde dos mundos diferentes siguen manteniendo la red para pescar nuevos sueños y devolverle al mundo de ella y ahora el nuevo mundo de papá algo de lo que vivieron. Quizás diferentes, o muy por el contrario, imposiblemente parecidos. Casi iguales. Casi. Si no fuera por. Si no fuera.
Hace ya diez meses que repetimos la escena y sin embargo siempre parece que iniciamos en el kilómetro cero. La Mexicana, la dama, vendrá de riguroso vestido negro de seda italiana con los puños y el cuello inmaculadamente blancos y perfumados. Traerá un pañuelo de gasa al cuello. Un collar y aros de perlas. Capelina negra. Anteojos negros. Tacos negros. Y cartera roja roja. Siempre se viste así para visitar a papá. En invierno agregó a su vestimenta un tapado azabache.
Yo ya estoy lista. Minimalista.
Y escucho los tacos. Sus tacos en los peldaños. Dos golpecitos en la puerta. Suaves. Y ahí está. Aquí y ahora con su sonrisa que me abraza y me lleva a sentarme en el pasto y dejar mi cabeza dormir sobre sus piernas. Y la miro. Se quita los anteojos Audrey Hepburn y sus ojos anuncian su frase preferida.
Heme aquí, mi niña. Serena y vertical.
¿Lista para irnos? ¿No querés pasar al baño primero?
No, no, hija, estoy bien. ¿Tú qué crees?
Digo que estás más lista que nunca.
Ay Madre mía. Cuándo será el día que me digas quieres en lugar de ese querés tan soez.
Perdón. La señora.
La dama, niña.
La dama no lo tolera.
Si hubieras sido mexicana, otra sería la historia hoy.
¿Y si James hubiera sido mexicano?
Ay niña, que no se te olvide. No invoquemos bajo tu techo a un comesueños.
Yo ya lo perdoné.
Pues, fíjate que a mi, a mi cuesta. Has de saber que igual me duele estar en pleito con tu padre ya que dejó expresas instrucciones de acercarnos a él. Aunque, mira nomás, qué poco importa.
Llegamos al cementerio cuando el sol comenzaba su proceso de abandono. O, mejor dicho, cuando la muy engreída Tierra la da el hombro frío al Sol. La Mexicana, erguida en su propia telaraña de femineidad incandescente, me toma del brazo para subir las escalinatas que llevan a la capilla del cementerio. No para ella apoyarse en mí. Tal vez para indicarme que, como tantas veces tantas veces tantas, me puedo esconder un ratito en su amor de madre.
Se quita los anteojos y los guarda en su cartera roja. Con una intangible genuflexión se presenta ante su Madre y luego reza, reza con los ojos abiertos mirándola con ternura como si viniera a encontrarse con una amiga de toda la vida o con su maestra, seguramente mexicana también, de cuya mano aprendió el abecedario de todas las palabras que nos pertenecen, las de la furia, la desdicha, las de los abrazos al alba, las de la locura, y hasta las que dan vergüenza.
Yo, menos devota, rezo de pie. No es un rezo. Es una conversación con mi padre. Viste que vine. Siempre procrastino pero al final vengo y la acompaño. Al fin y al cabo, te salí bastante buena hija, viejo.
La Mexicana vuelve en sí, me busca con los ojos y me dice. La Madre también es mexicana, ¿sabías niña? Y porque es mexicana es que ha salido tan infalible pero sin querer ha dejado mutilar las venas de las mujeres latinas. Es que ella también fue mujer. Diosito me ampare de lo que estoy diciendo. Pero qué calumnias están saliendo de mi boca, mi niña. Si parezco una condenada a la hoguera. Que Diosito me salve de ésta. Si Sor Juana me escuchara, me lanzaría al olvido de sus versos y dejaría de ser una dama.
Para llegar a la tumba de papá podíamos optar por tres caminos diferentes. Uno era recto pero había que pasar por el panteón de los generales. Antes, que me parta un rayo. Jamás lo tomaremos, hija. El segundo, una seguidilla de callecitas angostas con las baldosas algo desalineadas. Tampoco, no me puedo permitir una caída. Es que soy una dama y mayor, aunque no lo digas tú. Y el tercer camino, el que nos quedaba por tomar, y en realidad el que siempre tomamos, tiene fuentes en el medio y pequeñas enredaderas de claveles. Sin embargo, yo siempre le pregunto por cuál vamos y ella me contesta que no que no que sí.
En el camino, me mira y me pregunta.
¿Te recuerdas quién está durmiendo en aquél panteón? El de los angelitos regordetes.
Recuerdo.
Rufián. Que me hizo creer que sería su reina para luego despojarme de mi corona.
Y siempre recitabas. Esta redondilla.
Ay, hija, pero cómo nos podemos olvidar. Si es tan cierto como que soy mujer. Mira que la recito justo cuando por delante le caminemos. Bien con muchas armas fundo que lidia vuestra arrogancia, pues en promesas e instancia juntáis diablo, carne y mundo.
¿Hace cuánto ya que la recitas?
Desde los tiempos inmemoriales. Desde que me llenó de promesas que murieron antes de que el gallo cantara tres veces. Antes de que el gallo dejara de ser un polluelo, fíjate.
¿Papá lo conoció?
Pero claro, hija. Si hasta me puso en guardia y me dijo Que ni te quiero ver con ese cara de malandra. Y se marchó y yo, como una tonta, no seguí mis propias palabras y me fui con el sujeto. Ay, pobre de mí, Madre. Pobrecita de mi pobrecita de ti. Allí quede como Chavela Vargas en Noche de Ronda. Qué triste pasar, qué triste cruzar por mi balcón.
Llegamos a la tumba y con la naturalidad del abrazo en la mañana fresca se quita sus lentes para guardarlos en su cartera roja roja y ya su sonrisa serena emociona. Mi buen amigo, pero qué dicha la nuestra. Y sin dejar de ser la dama que es, recorre la lápida con una gamuza y acaricia cada letra de su nombre. Ese nombre que tantas veces bordó pero que pocas veces pronunció. Simplemente un Mi buen señor. Es que tú te pareces a la poesía de Borges que, como a la de Sor Juana, no le falta ni le sobra una palabra. A mi las palabras ni me sobran ni me faltan. Lo que no tengo, bueno, tú ya lo sabes.
Nos quedamos en silencio no se cuánto tiempo. La tumba, impecable. Simplemente escrito el nombre de papá, aunque bien me imagino que La Mexicana debe ver cientos de miles de voces talladas en el mármol que ella ha pronunciado como el único trozo de mármol cálido sobre el planeta.
Cuando recién conocí a Mi buen señor, tu padre, jamás imaginé que sería yo quien viniera a visitarle. Yo, serena y vertical (aunque ya el sonido y la furia han menguado la tan mentada tranquilidad, mi Mexicana). Y él, allí, en su cono de sombras.
O en su mundo de los abrazos, como decía siempre cuando se iba a dormir.
Piramidal, funesta de la tierra, nacida sombra.
Pero, la debe estar pasando bomba. Debe estar volviendo locos y rompiendo las bolas a diestra y siniestra.
Siempre con tu justa lírica al borde de los labios, mi querida.
Mirá, mal no la debe estar pasando, sino, ya se hubiera vuelto para regalarte por teléfono su clásico Esto es una mierda.
Has heredado de tu padre su exquisita poesía. Con atrevimiento creo que Mi buen señor está en el mundo iluminado, y yo despierta.
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